El arte de recauchar: ¿un nuevo rubro en la escalada?
Por Javiera Romero
Una suave melodía de blues suena en el local Ronny, ubicado en el centro comercial de Los Cobres de Vitacura. De fondo, dos personas golpean con distintas intensidades las hormas de los diferentes zapatos sobre los mesones de trabajo. Hoy el jefe está atendiendo al público porque su hijo se ausentó. Este mismo hombre, de unos 60 y tantos años, es quien se encarga de recauchar los pies de gato que desde hace dos décadas llegan hasta este local.
Ronny se llamaba el perrito de la familia que tenían cuando su papá instaló esta fábrica y reparadora de calzados. Han pasado más de 40 años, y obviamente, Ronny ya falleció. El dueño de este local y, probablemente, el primer recauchador de zapatillas de escalada en Chile, se llama Hugo Olave Castro.
«Esto viene de familia. Yo me crie, prácticamente, en una fábrica de calzado. Desde como… los 7 años que andaba en la fábrica. Tenía sobrinos, cuñados, tíos y primos en esto del calzado, pero ya como las fábricas empezaron a quebrar, soy casi el único de la familia que siguió. Mi hermano que trabajaba conmigo se puso a estudiar y ahora es profesor de matemática. El otro es guardia de seguridad»
Y como la misma vida lo llevó a dedicarse por completo al taller, también le llevó hasta queridos y famosos pies de gato.
“Una vez llegó un chiquillo con una rueda de avión chica, así más o menos -y hace un gesto con el que denota unos 5cm., con sus dedos teñidos con pasta de zapatos negra-. Yo le dije que eso era imposible de cortar, porque ese material tiene alambre y otras cosas, así que averigüé qué es lo que se usaba del avión y encontré que en las suelerías vendían unos forros como los de aviones grandes con los cuales se podía trabajar.
De ahí empecé a practicar, inclusive adaptando las zapatillas de atletismo para recauchar algunas partes de las zapatillas de escalada. Era un trabajo de chino, porque había que sacar todas esas gomas pa’ ponerle a los bordes. Así aprendí, con el paso del tiempo, a punto de ensayo y error. Bueno, como todo se aprende en la vida”.
Dígame Hugo, ¿en qué diferencia usted el trabajo que hace con las zapatillas de escalada al resto de los otros zapatos?
Primero, raspo toda la parte dañada. Luego tengo que limpiar con un paño mojado porque se genera un polvillo y no es bueno para el pegamento, ¿me entiendes tú? Y ahí pego la suela. Después, se deja descansar dos días, idealmente. Yo las meto en el refrigerador, cosa que estén heladas cuando yo las pase por el esmeril (máquina que raspa y lija las suelas para darles más adherencia), porque esta goma genera mucho calor, y al generar calor, se despega. Entonces yo las mantengo bien heladas. Todo esto yo lo he aprendido así no más, con la práctica.
Es cansador eso sí este proceso. Es muy largo. Sobre todo cuando vienen rotas y hay que hacerles la pieza para que quede amolda’ita igual a como era antes la zapatilla, porque hay veces que traen agujeros bien grandes y los cabros quieren que se las deje igual a como estaban cuando se las compraron.
¿Y los clientes vuelven?
Sí, siempre vienen. A veces tengo que hacer 10 pares a la semana.
Más el resto de los zapatos que le llegan…
Claro. Es un poco difícil combinar. Generalmente, yo las raspo aquí (en el local) y en la casa, como tengo otro taller, las dejo pegadas. Entonces en la noche las meto al refrigerador, cosa que estén secas al otro día.
Rodrigo Morales, por su lado, utiliza una fórmula parecida, pero al contrario de Hugo, una vez que raspa el material de cuero y pega la suela sobre él, pone la zapatilla de escalada en una máquina llamada trapadora o prensa, la cual le pone presión al zapato. Luego de este proceso, la deja tranquila un par de días para que el pegamento se seque bien.
Este joven de 33 años que fue padre hace poco, trabajaba en una concesionaria de vehículos, pero lo despidieron y por ahora se está dedicando 100% a las suelas. Comenzó en este camino hace unos 5 o 6 años, ya no recuerda bien, pero sabe que todo empezó cuando un amigo que vio que se motivó con la escalada, le regaló un par de pies de gato usados que no estaban en muy buenas condiciones. Entonces se le ocurrió repararlas ¿Cómo lo hizo?
Su familia tiene una vieja fábrica de zapatos en la comuna de Santiago, la que funcionó durante muchos años y se llamó Raquel Barraza. En este lugar su tío realiza trabajos esporádicos de reparación. “Mi tío es un innovador en esto, porque, por ejemplo, hace zapatos con juanete a pedido”, cuenta Rodrigo. Cuando tuvo las zapatillas de escalada en sus manos, él también se atrevió a probar nuevas fórmulas de trabajar la zapatería.
Se convirtió en un innovador, pues cuando volvió a entrenar al búlder de la ENAM, esos viejos pies de gato que le habían sido heredados, parecían como nuevos. Todos sus amigos le sugirieron que comenzara a hacer esto para todos los demás escaladores. Así, poquito a poco, los mismos escaladores se fueron pasando el dato y le fueron llegando más trabajos para reparar y nació la marca Vulclimbing, nombre que le otorgó pensando en que su negocio tiene la función de ser una vulcanizadora de la escalada.
También hubo un tiempo que trabajó suelas de zapatos de montaña y hoy está evaluando dedicarse a este campo. “Voy a ver qué tal me va con todo esto primero, para luego cachar si seguir dedicado a los zapatos de montaña y las zapatillas de escalada”, declara.
Dime Rodrigo, ¿Qué es lo que más te gusta de este trabajo?
Es súper entretenido, pero no por el trabajo en sí, sino porque los mismos cabros te lo agradecen. Me dicen que quedaron filete, como nuevas y esas cosas. Ahí me gusta más la pega.
¿Alguna vez pensaste que ibas a estar haciendo esto?
Nunca se me pasó por la cabeza en la vida, pero me siento bien, porque al final es un bien no tanto para uno mismo, sino que para la comunidad escaladora. Yo creo que a nadie le sobra la plata para comprarse unas zapatillas de 90 lucas y si uno tiene los materiales y la infraestructura para repararlas, hay que sacarle provecho. La idea es que todos escalemos. A mí me encanta la escalada, así que hay que seguir dándole.
Un oficio con futuro
Este nicho se ha ido ampliando con el tiempo. Ya no es un trabajo que se descubre, pues ya no hay uno o dos reparando. En Santiago, al menos, ya hay cuatro personas que están realizándolo. Hoy ya es un negocio, en el cual una persona puede desempeñarse.
Los recauchadores bien lo saben. “Estuve leyendo por ahí que había salido otra persona que arregla zapatillas en Casa Boulder, un taller que se llama La Recauchadora, una pareja creo”, declara Rodrigo Morales.
¿Y qué piensas sobre la competencia en este negocio?
Bien, si esto tiene que alcanzar para todos, ¡no sólo para uno!
Efectivamente, hace unos tres meses atrás nació un nuevo lugar donde reparar zapatillas de escalada. La idea nació de Luis y Rosario Toro, en conjunto de Diego Sáez. “Montar este proyecto fue algo que se dio por etapas, por un lado un amigo extranjero que tiene un taller en Estados Unidos nos enseñaría el oficio, pudimos coincidir con él en un viaje. Nos dimos el tiempo de ir a su taller y así aprender de él por unas semanas. Una vez en Chile, las cosas se fueron dando bastante bien. Juanjo nos ofreció el taller donde estamos recauchando actualmente en el segundo piso de Casa Boulder”, cuenta Diego, quien nos dio esta entrevista desde la Patagonia.
Ellos decidieron embarcarse en el recauchaje de zapatillas de escalada como nicho principal de emprendimiento de un negocio. Para comenzar, invirtieron una buena suma de dinero en materiales, como suelas y pegamento, con el objetivo de darle un sello de calidad al reparado de este tipo de calzado.
¿Qué es lo mejor de este trabajo y lo más difícil?
Lo que más nos gusta de montar un taller especializado y personalizado, es que nos lleva cada día a nuevos desafíos para lograr la perfección del producto. Pretendemos mejorar y ampliarnos durante los próximos años y las mayores dificultades para nosotros fueron obtener las materias primas e importarlas, generar las redes de contactos, costear el viaje a Estados Unidos para 3 personas y comprar las máquinas.
¿Cómo creen que aporta a la comunidad escaladora?
La importancia de este trabajo ha sido el poder suplir esta necesidad entregando un producto de calidad. Además, nos entrega una gran satisfacción personal ya que como escaladores también usamos zapatillas.
Obviamente los chicos de La Recauchadora buscan que este negocio fructifique, para así fomentar una parte de la industria de la escalada que no hemos logrado reconocer a través del tiempo. Para don Hugo, el dueño de la zapatería Ronny, el hecho de que este oficio tenga más competidores tampoco es un problema. De hecho, reconoce que ya se siente cansado de este trabajo que le ha demandado 40 años de su vida. Él quiere dedicarse a la vida de campo. Le gustaría cultivar y cuidar la tierra.
Pero ¿Qué va a pasar con el local que durante tantos años ha llevado el nombre de la mascota favorita de su familia? Hugo piensa heredarle este trabajo a su hijo, pero no es seguro que siga con el recauchaje de pies de gato.
Para ello, están surgiendo estas iniciativas jóvenes, aprendidas o heredadas, como La Recauchadora o Vulclimbing. No deben olvidar, eso sí, que como dice don Hugo, “a punto de ensayo y error” se aprende.
Papeos para recauchar:
- Vulclimbing:
Rodrigo Morales recoge los pedidos en la tienda Justclimb (Carlos XII 120, Las Condes) o en la tienda Sherpalife (Santa Beatriz 100 of 603, Providencia. Metro Manuel Montt).
- Reparadora de Calzado Ronny:
Hugo Olave trabaja en el local D009 del centro comercial Los Cobres de Vitacura. Atiende entre las 10 y 14 hrs. y después entre 15 a 20 hrs. Sábados de 10 a 15 hrs.
- La Recauchadora:
Los chicos tienen su taller en el gimnasio Casa Boulder (Italia, 875, Providencia), pero tienen cerrado durante la temporada de verano porque están viajando. Abren nuevamente el 14 de marzo.
- Reparadora de calzado El Llano:
César Sánchez, Don Chicho para todos, atiende un local ubicado en Arcadia 1401 con Barcelona, San Miguel. Esto es a dos cuadras aprox. de la estación de metro El LLano (súper simple llegar: caminar dos cuadras por Subercaseaux y doblar en Arcadia hasta llegar a Barcelona).
Todas las opciones están en la Región Metropolitana, triste realidad. Invitamos a nuestros lectores a dar a conocer a quiénes realizan este trabajo en otras regiones de nuestro país.