Mayo 2024
En las tres últimas columnas se describieron los accidentes fatales sucedidos post pandemia (2020-2023), por lo que ahora es el momento de dar el siguiente paso: el análisis cuantitativo. Para así identificar tendencias y, también, realizar comparaciones con el pasado u otras realidades. Todo, por supuesto, con el ánimo de aprender.
Estadísticas. Estamos hablando de estadísticas. Lo cual para muchos es algo tan soporífero que dudo que pasen de este párrafo. Entonces, para hacerlo un poco más digerible, y a gran diferencia del tono empleado en las entregas anteriores, esta vez usaré un lenguaje más brutal para tratar de mantenerlos despiertos. Así, en una de esas, por alguna vez en su vida los imbéciles podrán aprender algo útil.
¿Ven? Funciona.
Mortalidad post-pandemia
Utilizando los datos y el marco conceptual definido en el libro “No me olviden”, en los 4 años comprendidos entre el 2020 y el 2023 se identificaron 64 eventos. De ellos, 10 fueron descartados por no guardar apropiada relación con el fenómeno, 3 sucedieron en el extranjero, 5 fueron de tipo “Explotación” (principalmente arrieros) y 1 de tipo “Exótica” (un suicidio). Por lo tanto, la cantidad de personas que fallecieron en el indicado período, practicando ese amplio rango de actividades rotuladas como de “Aventura”, fueron 45. Ese es el número que los cortos de retención mental deben tener presente: 45.
O sea, algo así como 11 anuales. Casi uno al mes.
Pero, claro, tal fatalidad no se distribuyó uniformemente: hubo 5 víctimas el 2020, 10 el 2021, 9 el 2022 y, para el 2023… ¡21!
Así es; 21 muertes. Casi igual a la de todos los otros años post-pandemia sumados juntos. Cifra tan espantosamente alta que incluso llevó a muchos a afirmar que era el peor de la historia. Un juicio que puede pasar por atrevido pero que… ¿podría ser verdad?
En términos históricos
Veamos.
Revisando la historia, la mayor fatalidad se dio el 2005 (51 casos), seguida por la experimentada en 1953 (con 25) y, luego, ahora sí, el 2023 (con los indicados 21). Con lo cual, siendo estrictos, este último no sería el peor, sino que el tercero. Sin embargo…
¿Saben ustedes a qué se debe la alta mortalidad de 1953 y la del 2005? Mejor se los digo yo para que no les dé parálisis facial de tanto pensar: corresponde a la tragedia de los estudiantes del Don Bosco y al desastre de los militares de Antuco. Con lo cual, listo, se abre una lata de gusanos en la conversación porque inmediatamente saldrán cuestionamientos; por ejemplo, en lo discutible que sería que tales incidentes sean considerados de aventura, o a que tan apropiado es incluir Antuco en estos análisis por tratarse de un evento superlativo con mínima probabilidad de repetición. Ante lo cual, respaldado por el referido marco conceptual, contesto que sí; que las anteriores expresiones sí son de aventura y, también, que no es irrazonable excluir Antuco por efectivamente ser una paradoja estadística.
Ya, bueno, de acuerdo, pero no nos desviemos del tema. En definitiva, ¿es el año 2023 el más grave o no?
Pues… todo indica que sí. Porque, de acuerdo, será “solo” el tercero más grave, pero usar el total de víctimas anuales como único criterio es pobre, dado que no incluye otros factores que también son relevantes. Como, por ejemplo, que las altas cifras de 1953 y 2005 se explican por las ocurrencias de un específico suceso (una avalancha, una tormenta); siendo que si lo que se desea es dimensionar la accidentabilidad como un todo, más que fijarse en el número de muertes (o sea, los casos) es mejor hacerlo en el de instancias con fatalidades (o sea, los incidentes). En cuyo caso, sí, el año 2023 resulta ser el más grave de la historia de nuestro país (con 18 eventos).
En el largo plazo
Ahora, la espantosa mortalidad del 2023 también alimentó esa impresión que la tendencia estaba alcanzando niveles inaceptables. O algo así. Ante lo cual, de nuevo, veamos si tal sensación tiene fundamentos.
Para ello, y dado que el período al que nos referimos es de 4 años (2020-2023), para visualizar la evolución de la fatalidad en el tiempo lo más directo es ver cómo ha evolucionado su media móvil a 4 años (el promedio a 4 años cada fin de año, giles). Además, como aporta poco compararnos con realidades ya extintas (como la que existía en, no sé, 1927), es mejor solo enfocarse en el Período Contemporáneo (es decir, 1990-2019). Consideraciones a las cuales también podemos agregar la otra mencionada antes: no incluir Antuco.
¿El resultado?
Si nos abocamos primero a comparar la tendencia entre pre y post pandemia, la respuesta es simple: la accidentabilidad NO ha aumentado. De hecho, las cifras pre-pandemia (11,75; 13,50; 11,75; 11,25) son ligeramente superiores a las post-pandemia (8,00; 6,50; 7,75; 11,25).
¿Y si en cambio nos enfocamos en el largo plazo? Bueno, igual pascual. En el sentido que la curva post-pandemia continúa idéntica a la del Período Contemporáneo; esto es, un crecimiento leve pero sistemático de la mortalidad, que va de un promedio móvil de 6.25 víctimas en 1990, a 11,25 en el 2023. Algo así como casi el doble en casi un cuarto de siglo.
O sea, en castellano, la tendencia NO ha cambiado.
Pecado capital
Lamentablemente estos cálculos tienen un defecto: tratan de valores absolutos de fatalidad. Es decir, no están cruzados contra la información de cuantas personas entran a las áreas silvestres (ni tampoco con la de cuánto tiempo permanecen en ella). Que importa, porque en ocasiones los accidentes aumentan no debido a que existan comportamientos más temerarios o negligentes, sino simplemente porque hay más gente en terreno.
Pero en Chile no existen tales datos. Y antes que los tarados me rebatan diciéndome que sí (por ejemplo, en algunas unidades del SNASPE), ellos no son suficientes para modelar el fenómeno porque, primero, no abarcan muchos años, y, segundo, no cubren el teatro de acción completo. Descampado que nos deja con una sola opción viable; una que será todo lo cuestionable e imperfecta que quieran pero es la única que hay: las cifras de la población nacional.
Con ella a mano, al retomar las dos preguntas anteriores (¿fue el 2023 el peor?, ¿es la tendencia al alza?), pero esta vez incluyendo la información demográfica, los resultados… ¡no cambian!
Vean. Con respecto a la primera cuestión, si bien el 2023 ahora ya no sería el tercero más grave sino que el sexto (tras 1953, 2005, 1930, 1965 y 1947), tal nueva posición se explica principalmente por una sobreponderación de la accidentabilidad del siglo pasado debido a su notoria menor población. Distorsión que se corrige naturalmente en el Período Contemporáneo, en donde el año 2023 mantiene la posición de segundo (o primero según cantidad de incidentes, con o sin demografía).
Y, en cuanto a la tendencia, en el Período Contemporáneo la curva de fatalidad relativa (aquella cruzada con la población) es prácticamente idéntica a la absoluta (no cruzada con la población). ¿Por qué? Bueno, porque, el número de habitantes en nuestro país no ha aumentado en años debido a que a los chilenos no se les para.
Blah, blah, blah. Números van, números vienen y todos los machucaos, incluyéndome, confundidos sin saber en qué quedamos. Que es el clásico problema que surge cuando se tiran estadísticas sin ton ni son. Así es que mejor, recapitulemos.
Independientemente a sí se usan datos absolutos o relativos, la accidentabilidad del año 2023 es históricamente la más grave, a pesar de lo cual la tendencia de mediano y largo plazo no ha sufrido cambios.
Causales
Pasemos ahora a las causas participantes en los accidentes fatales.
En post-pandemia, hay 4 vectores que claramente se destacan por sobre el resto: caída en nieve o hielo (11 casos, 24%), caídas en terreno abrupto (9 casos, 20%), problemas cardíacos (9 casos, 20%) y mal tiempo (6 casos, 13%).
Para dar un poco de contexto, veamos lo mismo pero para el Período Contemporáneo (siempre sin Antuco): Caída Nieve/Hielo (19%), Caída Roca (11%), Caída Abrupta (9%) y Avalancha (8%).
Con ellos a vista, resaltan inmediatamente 3 cosas:
Montañismo y escalada
Por último, observemos las cifras del montañismo (incluyendo aquí la escalada).
En términos de sus fatalidades, en promedio se vio el fallecimiento de uno de sus ejecutante cada dos meses; o sea, 23 muertes (el resto distribuyéndose así: trail running 1, militares 1, esquí 2 y excursionismo 18).
¿Edad promedio de los fallecidos? 42 años. ¿Principal causa específica? Caídas en nieve/hielo (39%) ¿A la ida o al regreso? Al regreso (75%). Con 2 de ellos en rol de clientes, 2 como guías, 7 en ascensos “fáciles”, 2 en esquí extremo, 2 por escalada en hielo y 1 por escalada en roca (todas estas últimas 3 víctimas por problemas surgidos en la reunión o anclaje donde se encontraban).
Ya queda poco
Y, bueno, podría seguir por horas, pero dado el deterioro mental que les ha producido el trap, mejor dejémoslo hasta aquí. Advirtiendo, eso sí, que en la próxima entrega concluiremos este micro-ciclo dedicado a los accidentes con algunas reflexiones finales.
Nos vemos, matas de arrayan florido.
El Anticristo

 


 

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