Primer ascenso al Cerro Facón, Coyahique.

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Desde Coyhaique nos llega este relato del Primer esceso del Cerro Facón (1750 m). Una de las innumerables agujas de la Reserva Nacional Cerro Castillo, en la Región de Aysén.

Ya es conocido para montañeros que la Patagonia ofrece escenarios hostiles  y  de incertidumbre , donde los sueños son realizables con la ayuda  de la tenacidad y la búsqueda de la aventura por sus terrenos poco explorados dado a sus características geográficas .
Delicadas agujas y escarpados filos son el contexto en los que se desenvuelve la historia del Cerro Facón, tierra de Tehuelches y Gauchos ubicada al Noroeste del macizo del Cerro Castillo y al Norte del Cerro Palo que son las primeras elegantes fortalezas que se yerguen a la embestida de los vientos Patagónicos y que son el deleite del excursionista que se adentra por estas tierras  a 90 kilómetros de Coyhaique.
Es la noche del día miércoles, y estamos terminando de arreglar los últimos detalles para la elegante aguja que hemos visto meses atrás junto  a Daniel Zapata, un motivado montañista y escalador de estas bellas e inhóspitas tierras.  Ahora nos acompañaría también Pablo Miranda  un fuerte escalador y montañista local.
El invierno finaliza y comienza la primavera en este punto de la tierra con el caprichoso clima de la Patagonia, nuestra ventana la hemos esperado con asedio, 4 días en los que se  promete buen tiempo pero la seguridad de su estabilidad es sólo para el soberbio por estos recónditos lugares encantados.
Somos tres escaladores, enamorados de la libertad que ofrece el montañismo de exploración. Los mismos que después de recorrer algunos kilómetros desde la Villa Cerro Catillo  pasamos la primera noche en el campamento  llamado “Porteadores”, lo hemos decidido así ya que debemos reservar fuerzas para lo que viene después del segundo campamento en el portezuelo que esta ubicado al norte del Cerro Palo . Como es normal el cerro nos recibió con un fuerte viento el cual nos hizo trabajar construyendo una pirca para protegernos y poder armar la carpa con mas seguridad, esto no fue un impedimento para ir y visualizar la vía que nos acompañaría en nuestra búsqueda personal.
Teníamos un cielo estrellado y unos pocos grados bajo cero, aún cuando empezábamos a movernos para dejar la aparente calides de nuestro abrigo, ya son las 7 a.m. y rodeamos hacia el Noreste por sobre la laguna glaciar con una cota de 1500 metros aproximadamente, y con pendientes que variaban entre los 50° y 60° de inclinación, después de llegar al comienzo de la canaleta elegida el día anterior, nos dábamos la vuelta en busca de otra ya que la nieve que se posaba sobre la ladera de unos 70° no tenía la profundidad suficiente para proteger en ella, y la roca se sellaba constantemente dejando placas descubiertas sin posibilidad de protección decente, como es habitual en este tipo de roca, una mezcla de delicado y quebradizo basalto. Es medio día y por fin estamos fuera de la segunda canaleta elegida, luego de que nos diera más que un buen retraso al encontrarnos con un tapón de roca, donde al romper un par de agarres me mandé un vuelo que, si no fuese por dos empotradores bien emplazados, el desenlace podría haber sido fatal … Daniel superaría el tapón rasguñando los pequeños resaltes en la roca cubierta por ese hielo acartonado que no brinda seguridad alguna, sacándonos a los rayos del sol que dan confort al agradecido montañero.
Después de buscar la protección natural por sobre un filo,  sube Pablo como cohete para mitigar el castañeteo de mis dientes en un dificultoso avance por unos 100 metros de desnivel con pendientes de 80° aproximadamente y 4 horas de trabajo.
Estamos en un filo  felices de estar juntos en algún lugar perdido de este maravilloso planeta, pero aun nos queda mucho por hacer. Tras unos rápidos tragos de agua y engullir algo de comida estamos listos para enfrentarnos al típico laberinto de expuestos filos de estas montañas, que nos obliga a buscarle nuevamente por el oeste bajando y subiendo por escarpado terreno entre roca  y nieve hasta que nos dieron  las 14 horas.
Ahora Pablo con su usual  rapidez tira de primero por un largo de roca con nieve buscándole a la base, pero no es hasta el segundo largo que nos llevaría al hombro cumbrero.
Ya estábamos estirando el tiempo, eran las 15 hrs. y nos habíamos puesto hora de tope a las 14 hrs. para bajar, ninguno de nosotros obedeció al mandato autoimpuesto y reinó la anarquía en común acuerdo para darle al último largo, de no más de 5.8 pero muy aéreo, en el cual Pablo tuvo que sacrificar el confort de sus bototos plásticos por las ligeras y frías zapatillas de escalada. Luego de superar 15 mts. de desnivel aproximadamente, nuestras almas lograban disfrutar de la simpleza de la vida en una pequeña cumbre, con una vista privilegiada sólo para los Cóndores, los maestros del viento. Un cálido y nervioso abrazo de los tres fue el cordón que nos unía a esta elegante y benevolente montaña de aproximadamente 1750 mts.
Ahora quedaba el descenso. Entre cortar una cuerda atrapada, más largos rapéles que finalmente nos dejarían sobre una canaleta de 75° de inclinación a las 20 horas, justo por debajo una amenazante cornisa del porte de un auto. Rápidamente recuperamos las cuerdas para evitar el trayecto de caída de semejante pedazo de hielo.
A las 21 horas, después de 14 horas de actividad continua y dos litros de agua para tres, nos abrazábamos nuevamente en la tranquilidad del portezuelo en donde se ubicaba nuestro querido refugio.
Esta bella montaña llevaría el mismo nombre al que se le da al gran cuchillo del gaucho, habitante local de esta rica cultura.
Por Franco Cayupi Cuevas
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