Opinión: Reflexiones en las Chilcas
Por Eduardo Navarro
Las rutas icónicas de las Chilcas, como Don Nadie, La Pura Puntita y Simpatía por el Diablo, nos invitan a reflexionar sobre las decisiones que tomamos en la escalada y cómo estas pueden transformar no solo una vía, sino también la experiencia de quienes vienen después de nosotros.
Don Escapista
Don Nadie ha sido, sin duda, un clásico de las Chilcas. Esta vía, abierta por Gonzalo Riobó, fue un referente del grado 7b/5.12b durante años.
Sin embargo, en los últimos tiempos, quizá debido al tráfico inusual que ha tenido Contacto (8b/8b+), los escaladores han comenzado a evitar una sección crucial, optando por una ruta más directa. Se esquiva así una parte que, aunque no sea la más difícil, sí es de las más técnicas.
¿Quién podría olvidar esa travesía hacia la izquierda, sobre minúsculos apoyos, donde cada movimiento delicado te llevaba hacia un segundo agujero, para finalmente clipear esa chapa con comodidad?
Hoy en día, la vía se escala en línea recta, aprovechando presas más grandes y realizando movimientos amplios. El inconveniente es que, al seguir esta nueva ruta, no se chapan las cintas de la travesía, lo que deja varios metros sin protección hasta la próxima chapa.
Recuerdo que, conversando con alguien que probaba la vía, me comentó que le asustaba esa sección sin protección, debido a lo largo del vuelo. Le pregunté por qué no hacía la travesía para protegerse mejor. Su respuesta me sorprendió: “Es que por ahí es muy difícil”.
Hace un par de semanas, alguien decidió resolver el dilema colocando una nueva chapa para proteger esa zona. «Problema resuelto».
Casi nos meten la puntita…
La Pura Puntita (8a+?) es otra de esas vías con historia. Fue abierta por Pere Vilarasau, un español que ha sido clave en el desarrollo de la escalada deportiva en varios países de Sudamérica, entre ellos Chile, Argentina, Brasil y Perú.
Esta vía comienza con un bloque duro que, hace algunos años, se volvió especialmente popular, sobre todo después de los últimos encadenes femeninos. Muchos pensaron: “Acá está la papa…”, pero lo cierto es que muy pocos lograron encadenarla.
El bloque inferior no aguantó el paso del tiempo y el tráfico, una gran área de presas se rompió, dejando prácticamente nada para agarrarse.
Benja Ayala fue el primero en resolver este bloque, con un movimiento largo y potente. El comentario general era: “Ese paso es morfo, solo a él le sale, es muy fuerte”.
Durante los meses siguientes, surgió el debate entre los que proponían pegar una presa “similar a lo que había” o tallar algo para poder pasar, y aquellos que, como yo, pensábamos que lo mejor era dejarlo como estaba.
Lo mejor de esta historia es que, el viernes 23 de agosto, Leo Cea, un niño aún de baja estatura, resolvió el paso.
Este logro nos hizo reflexionar: ¿qué habría pasado si hubiéramos permitido que pegaran o tallaran algo? Le habríamos negado a este niño de 11 años la oportunidad de resolver ese crucigrama y crecer en su experiencia de escalada.
El diablo no me simpatiza
Simpatía por el Diablo (8a) es quizás la vía más emblemática de las Chilcas: el primer 8a de Chile y el bautizo para muchos que debutábamos en ese grado.
La historia gira en torno a una persona que, tras superar la primera sección, se encontró con un paso que le parecía demasiado largo. Tras probar varios «betas», cada vez que creía haber encontrado algo, la toma se rompía. Finalmente, descubrió una nueva presa que le servía y, por temor a que también se quebrara, decidió sikarla.
Lo curioso es que conozco escaladores de apenas 1.52 metros de altura que lograron encadenar la vía sin esa nueva presa, que pasó desapercibida para todos durante más de 10 años.
Hace unos días volví a probar la vía y, como es lógico, utilicé la nueva toma. No me interesa debatir si ahora es más fácil o no, pero lo cierto es que parece ser que el beta ha cambiado, porque alguien decidió reforzar o modificar una parte de la ruta.
El propósito de estas tres historias no es señalar ni juzgar a los involucrados, ni mucho menos encender hogueras a su alrededor. Más bien, se trata de reflexionar sobre cómo nuestras acciones, a veces bien intencionadas pero impulsivas, pueden alterar la historia de la escalada deportiva en Chile, particularmente en las Chilcas, negándole a otros la oportunidad de crecer y aprender en este hermoso deporte.