Entre la ignorancia y la funa: Rutas dañan petroglifos de más de 1.000 años en Moab

Bolts a centímetros de petroglifos. Foto: Darrin Reay


Tres nuevas rutas abiertas en un slab con decenas de petroglifos explotaron la rabia de la comunidad escaladora a nivel internacional. Pero la historia del aperturista nos deja preguntas sobre cómo esta misma comunidad puede combatir la ignorancia y prevenir que esto no vuelva a pasar. 
 
Cuando Darrin Reay junto a un grupo de amigos llegó al camping de Sunshine Wall Slabs al norte de Utah’s Arches National Park, en EE.UU., vieron que había varias rutas nuevas con bolts a solo metros de donde estaban las carpas. Las rutas recorrían un slab y se veían fáciles, así que decidieron probarlas. Sin embargo, al avanzar pocos metros por la roca, Darrin quedó frente a frente con la imagen de un guerrero con su lanza. Ahí cayó en cuenta: todo el slab, de unos 15 metros de alto, era el lienzo de una docena de petroglifos. En medio de la roca, no sabía que hacer, así que decidió bajar.

El camping con los slabs atrás. Foto: Darrin Reay


Con sus amigos finalmente decidieron registrar lo que había pasado y sacar los bolts. El día de escalada fue dedicado a eso. Pero la preocupación de Reay se mantuvo por dos razones, la primera era que se estaba poniendo en peligro petroglifos con más de un millón de años por tres rutas de 5.3. «Los nativos hacían free-solo y permanecían horas tallando la roca», dijo a Climbing Magazine. «Era una sección fascinante y no tenía ni una intervención, ni balas, ni iniciales de ningún vaquero. Los petroglifos estaban 100% intactos porque precisamente había que subir un 5.3 sin cuerda para alcanzarlos. Es uno de los pocos páseles de roca que no han sido vandalizados en la región», agregó.
La segunda, era lo que esto podía significar para el acceso de los escaladores a este sector. Y recordó cierres de zonas en Indian Creek porque precisamente las personas estaban escalando muy cerca de petroglifos.

Foto: Darrin Reay


El slab sin los bolts. Foto: Darrin Reay


Luego de quitar los bolts, Reay buscó si había registro de las rutas y las encontró en Mountain Project, junto al nombre del aperturista. Tras eso, publicaron en Facebook el registro de lo ocurrido y Climbing Magazine tomó la noticia. Lo que vino fue una oleada de críticas y una funa al aperturista. Justificada o no esta funa, la respuesta del aperturista también da para pensar sobre cómo la comunidad escaladora puede ayudar a educar en estos temas.
Richard Gilbert es un veterano de la guerra de Irak. Y, con 36 años, sufre los estragos de esa guerra: según dijo a varios medios, se rompió la espalda, se dislocó un hombro y se rompió la pared abdominal durante el servicio. Además, asegura tener daño cerebral. Gilbert, tras volver, fundó el proyecto Unity, que busca unir a musulmanes con veteranos.
Al día siguiente de que apareciera la noticia en Climbing Magazine y fuera replicada por escaladores y medios (varios de distribución masiva en EE.UU.), Gilbert habló. «Quiero pedir perdón a los indígenas locales por cualquier falta de respeto o daños que hayan producido mis acciones. También quiero pedir perdón a la comunidad escaladora por irrespetar y dañar la forma en la imagen de la comunidad», dijo. «Fue un error por ignorancia, el cual estoy dedicado y comprometido a enmendar».
La funa en internet y la aparición de su nombre llevaron a cientos de mensajes criticándolo e insultándolo, pero también a mensajes directos con amenazas de muerte. Según Gilbert, la ignorancia fue lo que lo llevó a abrir esas rutas: cuando llegó, asegura, pensó que los dibujos eran grafitis. Y, también asegura Gilbert, fue al día siguiente de que saliera la noticia al lugar para sacar los bolts y hablar con la comunidad local y pedirles perdón.
Su caso no es nuevo. En Estados Unidos y varios países más se han destruido petroglifos por el desarrollo de la escalada y, como dice Gilbert, por la ignorancia. Llegando a amenazar no solo la preservación, sino que también el acceso de los escaladores. Transferido al cuidado del medio ambiente y los ecosistemas, que también han sufrido por el desarrollo de la escalada en muchas zonas, la apertura de estas rutas nos deja con la duda sobre cómo se puede combatir esa ignorancia, enseñar la ética de «no dejar rastro» y así poder hacer una escalada sustentable. Una tarea que, al parecer, todavía está muy al debe.

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