Entrando al lugar de montañas prohibidas: ascenso al Alto San Juan
Entre cuarentenas y restricciones de movilización, esta cordada comenzó a planear una expedición “local”. La idea era ir en busca de la aventura y la incertidumbre, de cumbres que no estén llenas de ascenso ni repeticiones. El Alto San Juan, en el Fundo Río Colorado, a pocos kilómetros de Santiago, cumplía con todas esas condiciones. Este es el relato de su ascenso.
Por Felipe Cancino
Parece increíble pensar que siendo el año 2021 aún existan montañas y lugares bastante desconocidos y reservados para la aventura. Algunos, incluso, tan cercanos a un gran polo de población como es la ciudad de Santiago. Creo que eso deberíamos celebrarlo y valorarlo más como país, reconociendo el valor que la montaña le entrega a nuestra cultura y medioambiente, y también lo que representará para las futuras generaciones.
“El lugar de las montañas prohibidas”, como le llaman algunos, parece ser un título bastante cercano a la realidad, ya que es una agencia del Estado—el Ministerio de Bienes Nacionales ejerce su función de administrar el uso de este terreno fiscal al que todos nosotros como chilenos y habitantes del país deberíamos tener acceso— la que imposibilita y entorpece las intenciones de muchos de ingresar al Fundo Río Colorado.
Fueron “los antiguos” los que tuvieron el privilegio de explorar esta zona por primera vez. Las primeras ascensiones y expediciones exploratorias se concentraron entre fines del 1800 y mediados del 1900. Expediciones súper distintas a las que muchos realizamos hoy en día, con aproximaciones más largas y distancias más extensas para llegar a los pies de una cumbre. Fueron ellos los que, de alguna manera, nos mostraron el camino. Y fueron ellos los que comenzaron a explorar los Andes Centrales de nuestro país.
La primera ascensión del Tupungato se realizó en 1897 desde la vertiente argentina y la cumbre del Polleras fue ascendida por primera vez en 1908. El Nevado Piuquenes, el otro seis mil de la zona, no fue escalado hasta 1933 y el desconocido Alto San Juan en febrero de 1944. De entre los seis miles nombrados, es justamente este último el más desconocido y menos visitado por montañistas y escaladores.
En septiembre del año pasado comenzamos a soñar con una expedición “local”. Entre cuarentenas, restricciones de movilización y contagios masivos. Transformamos la pandemia en una oportunidad de explorar el “patio de nuestra casa” junto a un grupo de amigos y colegas instructores de montaña de la escuela NOLS.
Al definir nuestros objetivos, quisimos apelar a la creatividad, a la imaginación, a querer hacer algo diferente en un lugar donde muchas cosas ya están hechas. Nos enfocamos en objetivos más desconocidos y en descubrir nuevas líneas en una zona donde las cumbres principales ya cuentan con varias repeticiones y numerosos ascensos, siempre dejando espacio para ir en busca de aventura y de incertidumbre real. El Alto San Juan entraba directamente en nuestra categoría de poco explorado. Un seis mil poco conocido, con pocas ascensiones y muy poco documentado. La combinación perfecta para querer intentar llegar a su cumbre y hacernos soñar con la posibilidad de alcanzarla.
La expedición comenzó el 22 de diciembre de 2020. Quisimos despedir el año en la montaña y recibir uno nuevo en la montaña. El 31 de enero terminamos nuestro primer periodo de aclimatación con tres cumbres alcanzadas (Cerro Pirámide, Nevado Piuquenes y Cerro Trono) y nos encontramos con parte del equipo que entraba para el segundo período de la expedición. Después de pasar una bonita celebración de año nuevo, el 1 de enero salimos de la Vega del Zinc en dirección a la Vega del Barco. Ahí comenzaríamos nuestros esfuerzos por intentar ascender el Alto San Juan.
Rodney González ya había hecho un intento primaveral algunos años atrás, pero sin resultados positivos. De todos nosotros, era el único que tenía una experiencia en esta montaña. Nuestra expedición tenía la particularidad de que la ascensión al Alto San Juan formaba parte de una travesía de norte a sur que veníamos haciendo desde el límite con el Yeso, un trabajo de hormigas con el que todos nos sentíamos comprometidos.
Y vinieron jornadas de porteos, movimiento de campamentos y aclimatación: fuimos ganando altura y avanzando.
Tras salir de la Vega del Barco, logramos establecer un campamento a los 4.500 metros, justo por detrás del Cerro Barco, al que Viviana Callahan y yo le habíamos hecho el primer ascenso en octubre pasado. Luego alcanzamos un campamento alto a los 5.200 metros, después de subir por el filo norte del glaciar del Alto San Juan. Desde este campamento canalizamos nuestras energías para intentar una misión a la cumbre.
El 6 de enero, tres de nosotros salimos en dirección a un campamento 3 con el objetivo de quedar a una distancia que maximizara nuestras opciones de cumbre. Montamos un precario campamento a 5.700 metros en un portezuelo que cruzaba el límite fronterizo. Desde este campamento buscamos ganar altura por el filo para conectar con la cumbre del Alto San Juan.
El 7 de enero, a las 4:00am, salimos de nuestra carpa. Navegamos por una compleja sección de penitentes de muy mala consistencia y con harta exposición hasta llegar a una cumbre de 6.000 metros (sin nombre en el mapa), desde ahí pudimos ver, por primera vez, la cumbre principal del Alto San Juan. Decidimos encordarnos para entrar a un extenso glaciar que separa la cumbre donde estábamos con la del Alto, siempre en dirección sur.
Cruzamos el glaciar sin mayor dificultad, pero también perdiendo bastante elevación hasta el punto donde comenzamos nuestro ataque final a la cumbre (a los 5.700 metros). La apuesta fue dirigirse hacia el filo sureste, donde encontramos un puente de nieve sobre la rimaya que nos dejaría en la cara sur del Alto, a solo 150 metros de la cumbre. La escalada final fueron 3 largos de cuerda que protegimos en nieve y hielo, la pendiente no superaba los 50 grados, pero la exposición era muy alta.
A la 1:00pm los tres (Rodney González, Viviana Callahan y yo) logramos alcanzar la cumbre del Alto, alcanzando una panorámica realmente increíble, rodeados de altas montañas. Hacia el norte el Aconcagua, el Mercedario, el Juncal, el Nevado del Plomo, el Polleras y el Tupungato. Hacia el sur el Nevado Piuquenes, el Marmolejo, el San José y el Maipo. Estábamos alucinados con las cumbres más prominentes que pudimos contemplar desde las alturas. Y no encontramos ningún registro humano en la cumbre, ni tampoco en toda la ascensión de esta montaña.
La emoción de alcanzar una cumbre tan remota y de estar rodeados de altas montañas y glaciares es realmente inexplicable. Un logro que nos enorgullece y que es un premio al trabajo duro de un tremendo equipo en el que todos nos prestamos apoyo para la consecución de diferentes objetivos durante esta expedición. La ascensión al Alto San Juan fue la cuarta ascensión de ocho durante esta expedición. Pero sin duda fue especial por la naturaleza del objetivo y la exploración que significó llegar hasta su cumbre.
No queda mucho espacio para poner en duda que el territorio del Río Colorado es probablemente uno de los tesoros más grandes de la región Metropolitana y la zona central de Chile. Tristemente, si nosotros mismos como sociedad no somos capaces de entender el valor de este lugar, por las ambiciones de sacarle provecho económico y explotar sus recursos naturales quedará a merced de una industria ya muy establecida en nuestra economía y en nuestro sistema político actual.
Creo que no es necesario llegar a una cumbre sobre los seis mil metros para darnos cuenta de la importancia y valor de este lugar. A veces, solo hace falta mirar un poco más alrededor e involucrarse con causas que buscan proteger estos espacios; empoderarnos con el derecho que tenemos todos de poder visitar estos espacios naturales y el deber de asegurarlos para las futuras generaciones. Después de todo, tener acceso al fundo Río Colorado es un derecho que nos pertenece a todos y que el Estado debería garantizar de manera eficiente y responsable.