Temporada invernal entre pensamientos existenciales
Primeros descensos de esquí y escaladas invernales. “Pero, la verdad, eso nunca fue lo importante. Simplemente nos preocupábamos de pasarlo bien”, escribe Inti Mellado. Este es un breve recuento de su temporada en las cercanías de Santiago. “Estos ascensos, me hicieron recordar lo injusto que puede ser Chile en varios aspectos”.
Texto por Inti Mellado – Fotos por Gonzalo Robert
“Después de la tormenta…”
Durante estos últimos meses mi cabeza había estado divagando entre varios problemas existenciales. Al final, todo se resumían a una (difícil) pregunta: ¿cómo puedo aportar a la construcción de un mundo mejor para todes?
En fin, de manera un tanto inesperada, llegué a mediados de junio a trabajar al centro de esquí La Parva. A pesar de la cuarentena, el centro necesitaba personal para realizar un pertinente control de avalanchas. Durante ese periodo, mis días transcurrían entre un arduo trabajo y una solitaria existencia. En mis semanas libres (ya que trabajo por turnos) monté un campamento base en la Laguna Piuquenes. Ahí pasé varias tormentas, se me peló un poco más el cable, esquié un montón de líneas y, entre lo más interesante, escalé en solitario el cerro Falsa Parva por la ruta que yo mismo abrí hace un par de años llamada “Alerta Frikeo” (80m; 5.10), para luego descender esquiando.
Tras un mes y medio de este ermitaño ritmo de vida, la verdad es que ya me estaba haciendo falta hablar con alguien y tener un partner para planes más locos. Así que, en una de mis semanas libres, partí rumbo a Farellones y, por esas coincidencias locas que quizás solo un jedi puede explicar, me encontré con mi buen amigo Gonzalo Robert, que ya llevaba un tiempo instalado junto con Alan Winter, Beni Hurtado y Tomas Wenborne en ese lugar. Pasé la tarde esquiando junto a la crew y, cuando les comenté que estaba durmiendo en mi auto, estos cabros buena onda me hicieron parte de la familia… y así fue, después de un tiempo bastante solitario, al fin contaba con verdaderos amigos. Las ideas y proyectos locos comenzaron a fluir, pero todo aun era muy incierto, nos encargábamos de vivir el momento, esquiando un montón en Santa Tere, construyendo saltos y escalando por las tardes.
Una canaleta bastante interesante
Los días transcurrían y no concretábamos ningún proyecto. Pero, la verdad, eso nunca fue lo importante. Simplemente nos preocupábamos de pasarlo bien.
De esta manera relajada, un día me puse a conversar con Martín Oliger. Decidimos ir a esquiar una canaleta que él hace tiempos tenía ganas de hacer, pero no estaba seguro cómo pasar una sección que probablemente se tenía que rapelear. Decidimos esperar a que la nieve ablandara un poco y en la tarde de ese mismo día partimos en dirección hacia El Moai de Santa Tere.
Estábamos acostumbrados a randonear, así que rápidamente, al ritmo del hip-hop, en poco menos de cuarenta y cinco minutos llegamos donde queríamos. No estábamos solos, en la base (camino hacia Valle Nevado), se encontraba Gonzalo. Él nos ayudaría a no equivocarnos de canaleta (porque desde arriba es un mundo totalmente diferente) y no solamente eso, este motivado cabro también nos quería hacer fotos y un video con su dron.
Por mi parte, en esos momentos me sentía como en uno de esos videos de Red Bull. Pero la verdad es que la experiencia real fue mil veces mejor, la emoción era máxima, además sabía que contaba con un increíble compañero y equipo de apoyo.
Martín partió primero ganándose con un “epic powder” en el principio de la tirada. Pero, como dije anteriormente, desde arriba todo cambia… lo que suponíamos que sería una tranquila esquiada de no más de cuarenta grados, se convirtió en una pasada bastante técnica y expuesta. Como yo iba segundo, esta pasada me resultó más difícil, porque Martín se llevó la poca nieve que había acumulada. Y, a pesar de todo la línea era increíble, ambos íbamos a tope.
Al llegar al posible rapel, nos dimos cuenta que, definitivamente, había que bajar con cuerdas. Pero, desafortunadamente, las rocas de los lados no nos brindaban muchas opciones para un buen anclaje. Sin más remedio que alondrar una roca media pitilla y ponerle toda la confianza a otro stopper que tenía pinta un poco mas sólido… “Shum pa abajo” de swich rapeleando por la angosta pasada que, para nuestra sorpresa, era bastante larga, casi treinta metros de rapel vertical.
Al volver al plano horizontal (que seguía siendo bastante inclinado) fue mi turno de esquiar de primero. Con todo el flow salí de la canaleta seguido bastante de cerca por Martín. Llegamos rápidamente donde nos esperaban nuestros amigos, pero no pudimos festejar demasiado. Los pacos andaban cerca y, como nos encontramos en Chile, donde ir a la montaña se puede considerar un crimen… tuvimos que escapar infraganti.
Al llegar a nuestro refugio en Farellones todos estábamos demasiado felices. Nuestro día había sido increíble. Entre tanta emoción, Martín me dijo que probablemente nadie había esquiado esa línea. En fin, maybe first ski descent… who knows, who cares? Ese nunca fue el punto, simplemente lo disfrutamos demasiado.
A Alerta Frikeo nos subimos todes
Tras esa aventura junto al Martín, los siguientes días fueron más de lo mismo, pura buena onda, el único problema es que todavía había algunas restricciones por las cuarentenas. Como nunca he sido muy bueno para seguir las reglas, un sábado por la tarde ya medio desesperado, le propuse a los cabres ir a escalar Alerta Frikeo en la cara sur este del Falsa Parva. Todes me miraron con esa cara de complicidad y motivación, en especial la Flo Mujica. Dicho y hecho, media hora más tarde, ya estábamos armando nuestras mochilas. Por nuestro lado el Alan, Tomas, la Flo y yo discutíamos detalles del rack, cuerdas y todos esos detalles “escaladísticos”. Y, por el otro, nuestro amigo film maker Gonzalo limpiaba sus lentes y preparaba el dron para la difícil misión de documentar nuestro ascenso.
A la mañana siguiente partimos de manera furtiva en dirección al cerro Falsa Parva. La aproximación fue muy tranquila hasta llegar a aproximadamente 500 metros a pie de vía, en esa sección la nieve estaba muy dura y la inclinación de la pendiente hacia casi imposible seguir randoneando. Con los esquís al hombro continuamos en dirección hacia el primer largo.
Al llegar a la base de la pared nos comenzamos a equipar, yo escalaría con Tomas y Alan escalaría con Flo; esos breves minutos estáticos nos hicieron darnos cuenta de lo frío que sería nuestro pegue, la sensación térmica rondaba entre los diez y quince grados bajo cero. Por suerte, en el grupo la motivación se multiplica. Partí yo liderando el primer largo, una bonita fisura de dedos con un mini techo en travesía donde hay bastantes bloques sueltos, lo que hace bastante interesante la escalada… modo ninja, pasé esa sección y, por suerte, solo alcancé a botar un bloque estilo microondas que pasa lejos de los cabres.
Tomás escaló de segundo este largo mientras yo me congelaba en la sombría repisa; no es un pegue invernal si la catarata de mocos no está presente… y este era un pegue invernal con creces.
Con el Wenborne decidimos esperar al Alan y a la Flo, así que disfrutamos del paisaje mientras nuestros amigues nos seguían de cerca. Al juntarnos los cuatro, decidimos que Alan y yo puntearíamos el último largo. Probablemente el más intimidante de la ruta: un offwidth estilo squeeze que solamente se deja proteger con dos pitones.
Alan y yo escalamos este largo sin problemas. En unas cuatro horas, toda la family se reunió nuevamente en la cumbre de la aguja. Estábamos muy felices. Para mí, haber abierto esta ruta, y ahora poder compartirla con mis cabres, era un sentimiento increíble; en ese minuto miré a la Flo y le dije que era el primer ascenso femenino… la verdad, no cambiaba mucho lo bien que lo estábamos pasando, pero era algo para recordar. El rapel fue muy estándar para una ruta alpina, harto viento y una cuerda atascada, pero dentro de todo, bastante bien. Finalmente nos ganamos una increíble esquiada de nieve cartón para luego, con la cautela de criminales montañeros evasores de cuarentena, devolvernos a nuestro refu.
Estos ascensos, a los pies de Santiago, me hicieron recordar lo injusto que puede ser Chile en varios aspectos. Pero, ya que este es un artículo de montaña, solamente mencionaré que el acceso a estos lugares es muy limitado y está en manos de unos pocos privados. Yo, como escalador/esquiador, solamente quiero que me dejen hacer mi arte tranquilo. Y que el acceso a estos maravillosos lugares y a estas actividades sea costeable para todes. Esto último es lo más complicado por lo elitista que pueden llegar a ser las grandes marcas de montaña. Todo esto da para pensar.
Por ahora, mi cabeza seguirá divagando en problemas existenciales y, mientras encuentro una forma de ayudar a construir un mundo mejor para todes, ¡que viva la anarquía!
- Me gustaría agradecer la manera en la cual se han dado estas aventuras montañeras, agradecer la calidad de amigues motivados y buena onda con los que cuento, y por supuesto, también agradecer a mi familia que siempre me apaña no importa en qué locura ande.