Primer ascenso chileno a la mítica Eternal Flame en Trango Towers
La cordada nacional, compuesta por Nicolás Gutiérrez, Sebastián Rojas, Diego Sáez y Diego Señoret logró subir esta montaña de 6.239 metros. Una de los más desafiantes Big Wall del mundo.
Texto por Camilo Castellanos y fotos por Diego Sáez
En medio de la pared de casi un kilómetro de roca, la cordada chilena logró armar una terraza de nieve que les serviría como refugio para pasar la noche. Ahí, los cuatro que la integraban, vivieron un momento que jamás olvidarán: un atardecer con el sol escondiéndose por un lado y la luna llena saliendo por el otro. Y, frente a ellos, varias de las montañas más altas del mundo, como el K2, el Broad Peak y el Masherbrum (K1)
Pero ese momento inolvidable también dio paso a un frío paralizante. A los pocos minutos, tuvieron que levantarse, dar saltos y comenzar a moverse para no quedar congelados. La noche, que recién estaba comenzando, iba a ser muy larga.
La cordada compuesta por Nicolás Gutiérrez, Sebastián Rojas, Diego Sáez y Diego Señoret, todos reconocidos escaladores nacionales, había conseguido superar gran parte de las dificultades ese día. Estaban en medio de la intimidante pared de la Torre Trango (o Torre sin nombre), en el macizo de las Torres de Trango, una escalada con la que habían soñado por mucho tiempo.
El objetivo era nada menos que realizar la vía Eternal Flame, abierta por una mítica y extremadamente fuerte cordada en 1989: Kurt Albert, Wolfgang Güllich, Christof Stiegler y Milan Sykora, quienes la graduaron en VI, 5.12c (7b+), A2. Una ruta que abrió nuevas posibilidades a la escalada de dificultad en el Himalaya. Y que, además, también tuvo un mítico primer ascenso en libre (sin usar los seguros como ayuda para progresar) por los hermanos alemanes Thomas y Alexander Huber en 2009, quienes hicieron una variación de cuatro largos con máximo grado de 5.13a (7c+). Todo esto a más de 6.000 metros de altitud.
La cumbre chilena
La escalada había comenzado el 14 de julio, cuando subieron la ruta eslovena, 10 largos que los dejaron en la Sun Terrace, una gran terraza que se encuentra en un hombro de la torre. Con esto, pudieron bypassear la primera parte de Eternal Flame, que tiene roca muy dscompuesta. Sin embargo, no fue tan fácil como creyeron, la ruta les requirió ir muy rápido para pasar los sercas que colgaban sobre sus cabezas.
Ahí, en la Sun Terrace, a los 5.548 m, tenía en frente a la Torre sin nombre y los 24 largos de granito que les esperaban. Ahí, decidieron darse una jornada de descanso para intentar asegurar la cumbre al día siguiente.
El 16 de julio la cordada comenzó a enfrentar esta torre vertical, una fortaleza que parece impenetrable. Todo ese día pasaron largos y largos de roca. Fisuras perfectas, slabs con run outs, escalada artificial comprometida.
Casi finalizando el día vino un momento crítico. El frío y las condiciones habían hecho que se demoraran más de lo esperado. Pese al gran esfuerzo y a que, ya agotados, Señoret consiguió realizar dos largos más de 5.12d (7c), vieron que ese día no llegarían a la cumbre.
“Habíamos agotado bastante energía y lo que nos pareció más correcto era descansar y salir con las primeras luces del día siguiente por los últimos 12 largos que nos quedaban para llegar a la preciada cumbre. Lo que no sabíamos era que estábamos por vivir una de las noches más frías de nuestras vidas”, dice el reporte de la expedición.
Ahí, sin equipo para pasar la noche, fue donde la cordada armó una terraza de nieve para protegerse. Donde, también, vieron ese atardecer inolvidable.
“Al paso de algunas horas nos decidimos hacer una nueva cueva en la nieve para ver si eso nos podría proteger un poco más del frío y de las brisas de viento”, dicen en el reporte. Hacer la cueva y moverse les dio algo de calor. Y, algo más reguardados, tuvieron que esperar largas horas hasta que, cerca de las 6:30am, por fin comenzaron a recibir la tenue luz del sol.
Tras unos momentos de aprovechar el calor, tratando de recuperarse, decidieron seguir. Quedaba lo más difícil.
Tras cerca de 10 largos, entre los que estaba el crux de 5.13a, varios run outs y un vuelo de Seba Rojas en un 5.12d difícil de proteger que subió en artificial. Finalmente, a las 16:30 del 17 de julio, entre lágrimas de emoción, llegaron a la cumbre. “La felicidad de la cordada era máxima, una vista espectacular de todos los montañones del Karakorum alrededor, una energía que deslizaba emociones y sentimientos únicos después de un esfuerzo tremendo, nuestro sueño estaba cumplido, no había sido fácil”, recuerdan en su reporte.
Ya con esta mítica cumbre, quedaba el descenso. Cinco horas de rapeles nocturnos los dejaron en la terraza de Sun Terrace, donde se desplomaron en los sacos de dormir. Al día siguiente tuvieron que hacer 10 rapeles más y atravesar un temido canalón, donde vieron dos avalanchas de piedras. Tras eso, a celebrar. “Fue una tremenda hazaña entre hermanos, hermanos que hemos sido unidos en esta vida por el amor a las montañas”, dicen.