Cerro El Muro
Su primer ascenso ha estado envuelto en polémica. Dos expediciones se lo atribuyen, una en 1966 y otra en 1983. Los años que han pasado y la poca información llevaron a dudar si la cumbre se alcanzó en los años 60. Ahora, los autores consiguieron esta poco escalada cumbre y dan indicios que pueden ayudar a resolver la discusión. Al parecer habrían realizado el tercer ascenso.
Por Nicolás García Huidobro y José Miguel Rosen
En diciembre de 2018, y luego de algunas sesiones de escalada en el Cajón del Maipo, subimos la Punta Escondida por una vía graduada como 5.9, que nos puso los pies en la tierra, y a la vez que nos entregó las claves para la escalada en los Andes Centrales: distinta, expuesta y de aventura. Una escalada que logran experimentar tan sólo quienes suben a lo alto del valle.
Tras esa experiencia, y para conmemorar el cumpleaños número 40 de José Miguel –conocido como Vikingo– decidimos subir una montaña linda y desafiante. Entre el abanico de posibilidades se encontraba el poco visitado Cajón del Casa de Piedra, lugar que alberga una buena cantidad de cerros que cumplían con los requisitos.
Juntos, y por separado, siempre hemos tenido las ganas de explorar, por eso nos hizo sentido incursionar en elCajón de Casa de Piedra.José había estado el invierno anterior en ese lugar, sin mucha suerte, pero logró constatar el gran potencial de este mítico valle de nuestro Cajón del Maipo. Por su parte, Nico sólo había visto en la lejanía las grandes paredes que cierran el Cajón desde la cumbre del Loma Larga un año antes.
Finalmente salimos hacia nuestro destino,“sin mariconeadas”, como suele decir Vikingo. Sabíamos hacia qué valle nos dirigíamos, pero aún no teníamos claro cuál cumbre sería nuestro objetivo. Lo que sí estaba claro es que era el cumpleaños de José. Teníamos que escalar y ojalá hacer cumbre.
Así fue como nos internamos poco a poco en el valle un día martes, solos con todo el paisaje para nosotros. A medida que entrábamos, poco a poco las paredes se acercaban y las infinitas posibilidades aumentaban. ¡Queríamos escalar todo! Pero teníamos sólo un día para subir y volver a nuestras casas.
Una idea que tuvimos fue escalar la ruta de Mondragón/Waldhorf, la que comienza en un nevero, se remonta por las rocas del lado izquierdo de la pared de El Muro y sigue con una sección mixta para salir a los neveros que conectan con la cumbre. Pero, a nuestro criterio, no estaba en buenas condiciones, por lo que decidimos ascender por la ruta del Col entre El Muro y La Punta Maccio, que toma la arista sureste y de la que sólo veíamos la primera parte.
Así fue como iniciamos la jornada a las 2 AM. En el desayuno, Nico, como de costumbre, se comió hasta las sobras del día anterior, y a la vez Vikingo, modesta y tranquilamente, tomó tan sólo un par de fajitas y algunas galletas. Compartimos unas buenas rondas de mate, hablamos más o menos de lo que sería el día, sin saber en qué nos estábamos metiendo en verdad, pero de que íbamos, ¡íbamos!
La ruta comenzó en una sección de neveros con pendientes de hasta 60° en la parte superior, bastante expuesta a la caída de material de la pared sur y con algunas grandes cornisas en el filo sobre nosotros entre las cuales teníamos que encontrar una salida, que por suerte ubicamos rápido. Ya montados en el filo nos quitamos los crampones y empezamos a movernos lo más rápido posible y sin cuerda. Eran aproximadamente las 5:30 AM y teníamos que bajar ese mismo día a nuestras casas, ya que Nico tenía que guiar a algunos clientes al volcán San José al día siguiente, trabajo al que no podía faltar.
A medida que progresábamos, El Muro se veía cada vez más factible. Teníamos por delante una arista larga por la cual comenzamos a escalar. Era de III grado sostenido y nos permitió movernos con bastante facilidad hasta que nos encontramos con la primera pared.
Rápidamente sacamos una cuerda y José tomó la punta dando inicio a la escalada propiamente tal. Después de un largo de 60 metros de V grado con roca regular, pero protegible, nos reunimos. Desde allí existían muchas opciones… líneas de fisuras que subían y que hacían complicada la elección ideal. José nuevamente lideró un largo de 60 metros un poco más delicado que el anterior con un paso que rozaba el V+, hasta que salimos al segundo filo, que comenzó tranquilo como el anterior, pero que luego se volvió aéreo y entretenido, regalándonos un terreno poco común para los Andes Centrales; una arista aérea con poca protección y roca de calidad regular que exigía precisión a la vez que ofrecía lo que íbamos a buscar: aventura. Este filo nos llevó hasta la segunda pared. En esta reunión encontramos un descuelgue, un posiblemente un abandono de algún intento anterior.
Tuvimos dificultades de hasta V grado en esta sección, en la que empleamos unos tres largos con cuerda hasta llegar a la base de la segunda pared.
La ruta continuaba por una especie de canal, de unos tres largos de no más de V grado. En esta pared la roca era de mejor calidad, sobre todo en el segundo largo, donde encontramos un clavo. A esa altura ya nos sentíamos cada vez más cerca de la cumbre. No se notaba cuánto quedaba y estábamos cerca del mediodía, hora tope para comenzar a bajar. Pero el día nos acompañaba.
Seguimos motivados, aunque parecía que no llegaríamos nunca a la anhelada cumbre. Cruzamos un corto nevero, escalamos nuevamente un torreón de roca por el lado norte de la arista y nos metimos en un terreno aventura mixto. Nos calzamos los crampones y continuamos lo más rápido posible en ensamble.
Avanzamos unos 100 metros de terreno mixto hasta nuevamente entrar a la roca, donde continuamos por una arista de roca de pésima calidad y sin protección. Siempre tranquilos, en ensamble y jugando un poco con la cuerda en los salientes de roca que iban apareciendo… así nos protegíamos un poco frente a una eventual caída.
Continuamos a buen ritmo hasta que, de repente, se acabó la subida y apareció la diminuta cumbre bajo nuestros pies. ¡A las 13 horas. estábamos por fin en la cumbre de El Muro!
Después de la felicidad, volvió la incertidumbre… ¿por dónde bajar? Teníamos la opción de rapelear toda la ruta que habíamos escalado, lo que presentaba tremendos peligros y demandaría mucho tiempo; o bien, podíamos descender por la cara norte hacia un valle desconocido y rodear una montaña para salir por el norte del Col, y así bajar a nuestro campo base.Quizás era una vuelta larga, pero no nos arriesgaríamos de más.
Así fue como comenzamos a bajar. Instalamos un anclaje, montamos un rápel de 60 metros y comenzamos a caminar y caminar. En una hora llegamos a la base de la otra montaña. Tres horas más tarde estábamos nuevamente en el Col, desde donde pudimos apreciar la dimensión de la ruta que habíamos escalado.
En el col montamos otro rapel, bajamos y sentimos que por fin estábamos cerca de campamento, al que llegamos a las 18 horas. Durante el descenso no encontramos ningún vestigio de escaladas previas o descuelgues en la zona alta de la montaña, lo que nos extrañó un poco, considerando que El Muro presentaba dos ascensos anteriores, de 1966 por Osvaldo Latorre y Víctor Gell y de 1983, por Claudio Gálvez y Rodrigo Arancibia (ver Escalando #45 y #51). Gálvez señaló en su relato que desescalaron, lo que tiene sentido, ya que nos pareció fácil. Sin embargo, hacia el final de la zona de descuelgues existe una sección de arista aguda que se mostraba bastante expuesta y en la que no había nada.
Con respecto al primer ascenso, tenemos la intuición de que Osvaldo Latorre y Víctor Gell llegaron a la cumbre oeste (que parece ser la principal) en el año 1966 –la que bautizaron como Punta Quebrada– y que eventualmente ahí podría estar el testimonio que dicen haber dejado y que no encontraron Claudio Gálvez y Rodrigo Arancibia en el ascenso del año 1983. La cumbre a la que uno accede desde la arista es la sureste.
Es necesario señalar que entre esta cumbre y la central se logran ver tres cumbres o prominencias separadas por una quebrada expuesta. La misma intuición nos hace creer que Gálvez y Arancibia alcanzaron el mismo punto que nosotros, y que por eso no encontraron el testimonio de 1966, lo que los hizo desestimar dicho ascenso y adjudicarse la primera ascensión a esta montaña.
Con este ascenso queremos dejar testimonio y revivir parte de la historia del Cajón del Casa de Piedra, en el que que sin duda aún queda mucho por explorar.
Esta experiencia nos confirma que no es necesario salir de la zona central para aventurarse a una gran escalada, y que tenemos un gran potencial probablemente de nivel mundial, pero que no se está aprovechando.
Es trabajo de todos levantar información sobre esta inmensa zona que sin duda albergará a muchas otras generaciones de escaladores y montañistas, quienes ayudarán a enriquecer la historia de nuestro amado Cajón del Maipo.