La sicología de riesgo y el valor de vivir


Hace unos días, conocimos el caso de once montañistas santiaguinos que se perdieron en el volcán Lonquimay. Tras 48 horas de búsqueda, los excursionistas fueron hallados en buenas condiciones, a excepción de una mujer del grupo, quien falleció en el campamento. El revuelo mediático se generó cuando se viralizó la información de que ningún integrante había dado previo aviso a la Corporación Nacional Forestal (CONAF) de su salida, lo que suscitó un arduo cuestionamiento sobre el autocuidado y el cuidado de las cordadas.
Ante esto surge la pregunta ¿qué es lo que impulsa a estas personas (ya sean surfistas, montañistas, escaladores, paracaidistas, entre otros) a sentir atracción por los deportes extremos? un fanatismo que les hace, incluso, obviar el autocuidado.
La psicóloga, surfista y fundadora de TeMahatu, Valentina Peña, explica que los riesgos que conllevan los deportes extremos están en la medida que se pueden reconocer los propios límites. “El riesgo está cuando tú no sabes medir tu nivel con el nivel del desafío que tienes en la montaña, en la roca, de las olas que vas a surfear, cuando no sabes eso, siento que corres un riesgo, te puedes morir y te tiras no más, el problema viene cuando te pasa algo”.

El riesgo como placer:

Los deportistas extremos buscan un objetivo riesgoso que simplemente les da placer, el cual es suscitado por la adrenalina “neurotransmisores que buscan el hedonismo, el placer inmediato. En el caso de los deportistas extremos, saben que están haciendo algo que les pone en riesgo, y tienen que estar súper convencidos para hacerlo, porque cualquier desconcentración  les pasa la cuenta. Pero nunca el riesgo va a ser más alto que el placer que les otorga realizarlo”, explica Alejandra Alvear, psicóloga deportiva y asesora del Club Deportivo Azul Azul.

El impulso por los riesgos es una cuestión netamente biológica y natural, que se adecúa a las características y vivencias de cada persona. El problema viene cuando esta no sabe reconocer el límite y lo desafía sin medir las consecuencias, incluso descuidándose.

El deporte como disciplina para el autocuidado:

En la sociedad hay muchos tipos de personas, las que trabajan y viven con un objetivo claro y lo que las diferencia de otras es la motivación y cómo se disponen para lograrlo. Esta es una característica del deportista, quien es capaz de disciplinarse de un modo incomparable para rendir mejor y llegar a eso que se propone (como una cumbre, por ejemplo).
Alvear señala que aun así todos los deportistas tienen momentos en los que deben priorizar algún otro aspecto de su vida. “El deportista empieza a decir ‘¿vale la pena hacer esto?’, o ‘tengo ganas de pololear y estudiar’, entonces son épocas con niveles de estrés que van pasando en su carrera y la psicología puede ayudarles a pasar, prosperar, o abandonar” y esa forma de enfrentar el desafío es fundamental para lidiar con los cambios cuando no está rindiendo como espera.
Ese conocimiento es muy aplicable a la psicología del deportista extremo, quien debe decidir cuidarse siempre ante las situaciones de riesgo, a la vez que lidia con su objetivo.
Hay quienes han vivido situaciones de mucho acercamiento a la muerte y eso les hace tomar más fuerza y consciencia sobre su deporte. Es el caso de la surfista Bethany Hamilton, quien a los 13 años perdió un brazo cuando un tiburón se lo arrebató. Luego regresó a la práctica y comenzó a competir, ganando varias competencias de surf alrededor del mundo.
Otro ejemplo nos lo da la escaladora Rannveig Aamodt, quien en el 2012 sufrió un feo accidente tras caer del top de una ruta sin ningún seguro. Ese momento de desconcentración le costó varias fracturas en todo su cuerpo y una recuperación de ocho meses. Sin embargo, no se dejó vencer y apenas se repuso fue en busca de un 8a.
Tras ambos accidentes, las deportistas tomaron consciencia de lo que son más allá del deporte y pensaron en las distintas dimensiones de la vida que poseen. Aamodt en la edición 34 de Revista Escalando cuenta: “me di cuenta que debía distinguir ‘qué soy’ de ‘qué quiero hacer’: no soy una escaladora, escalar es algo que hago. Aunque perdiera la escalada, continuaría siendo yo”.
Y esa es otra característica de los deportistas extremos: poner en valor y consciencia todo aquello que poseen en su vida, después de vivir una aventura o un accidente. “Cada vez que una persona tiene una experiencia cercana a la muerte o a un estado de crisis,  se replantea lo que tiene, lo que quiere. Generalmente, la gente que ha estado cercana a la muerte tiene ciertas reflexiones donde dice ‘hago esto porque lo amo’, y no solo por la adrenalina, sino que también con la naturaleza, o algo más espiritual, como la conexión con otros”, señala Peña, quien enfatiza que el surf hoy en día le produce un estado de satisfacción con la naturaleza.

El apoyo mutuo:

Alvear cuenta que en los deportes que ella asesora como psicóloga deportiva, suele ajustar el objetivo personal de un deportista con el de un equipo. “En los deportes extremos el objetivo grupal también está, pero surge de manera más natural. Incluso un montañista puede decir a mí me estresa no llegar a la cumbre porque eso me saca del grupo de amigos”. Ante esto, lo primero siempre será tener claro “qué objetivos te propongas como individuo, para saber qué vas a valorar y por eso también cuánto te vas a entrenar o qué vas a soltar” y cómo tu equipo va a reaccionar ante eso.
Sin duda alguna, es un desafío practicar un deporte solitario como la escalada o el montañismo. Sin embargo, la comunidad montañista siempre actúa en valor del cuidado de los demás y no debemos olvidar ese gran valor humano cuando nos toque acompañar a nuestros grandes amigos para sortear sus propios desafíos, como sobrevivir en situaciones de riesgo o tomar nuevas decisiones en su vida.
 
 

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