La Cueva del Pirata: Comunidad, Autogestión y Escalada

por Javiera Romero

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En la comuna de Providencia, muy cerca del Parque Bustamante, hay una casona que hace unos tres años un grupo de catalanes decidió arrendar, muchos/as de ellos/as escaladores/as, quienes inspirados por la movida de este deporte en España, organizaron a una comunidad para autogestionar su vida. Fue así como crearon una huerta, una empresa y hasta un búlder abierto para la comunidad y sus amigos.

“En Barcelona digamos que la escalada es un deporte cuyo acceso no depende tanto de la élite o clase social a la que pertenezcas. Hay búlders y rocódromos gratuitos, al aire libre, populares, dentro de la ciudad. En cambio, cuando algunos de nosotros llegamos hace 5 años, acá todavía no había ni Casa Boulder. Y cuando se crearon, eso de tener que pagar 4 lucas por escalar nos cambiaba toda la wea, pues venimos de un lugar donde se consiguen zapatillas por 20 lucas o se regalan, si lo sumas a que hay mucha escalada gratuita”, explica uno de los pioneros del proyecto, aludiendo a la extrañeza que le causaba la forma en que se gestionan los lugares de entrenamiento de escalada en Chile.

11048632_819014754858316_5815566288073960280_nAdemás, el mismo fundador opina que fueron las herramientas educativas de los últimos 30 años y la influencia del neoliberalismo en ella -la sociedad “post Chicago Boys”- las que han generado una manera de pensar los proyectos deportivos como ‘rentables’ e ir acompañados de un ‘modelo de negocio’. Añade que la autogestión puede entenderse como una “herramienta para potenciar varios deportes como estilo de vida, lo que podría ser un aporte a la diversidad de espacios de escalada en Santiago”.

Cabe destacar que en nuestro país existen gimnasios de escalada que funcionan como entidades privadas, o clubes de escalada cuya infraestructura funciona bajo la supervisión de organismos gubernamentales, como lo son los municipios o el Instituto Nacional del Deporte (IND). Es decir, por una parte vemos actuando las lógicas del mercado y, por otra, las lógicas de Estado. Pero, ¿qué hay en medio de ese orden? Allí radica el rol de la autogestión que se erige por iniciativa de los ciudadanos en virtud de una ideología.

Autogestionar una idea:

La comunidad escaladora siempre ha vivido, vive y vivirá un poco al margen de la sociedad normalizada, buscando otros valores y necesidades de exploración, tanto física como espiritualmente. Así es también como nacen nuevas formas y oportunidades para hacer aquello que la reúne: avanzar en la vida en vertical.

Y ya que en nuestro país no habían muchas alternativas para desempeñar este deporte hace unos años, no es extraño que un grupo de personas haya tomado la decisión de autorganizarse y, en lugar de pedir leyes que fomenten las actividades de escalada, prefirieron armar actividades para difundirla, sin esperar nada de otras instituciones.

Previo a la navidad de 2013, al volver de una ascensión a Loma Larga, este grupo de escaladores decidió unirse en torno a un minucioso trabajo. “Sacamos un par de números y como somos ingenieros que nos dedicamos a realizar y estructurar proyectos, dijimos ¿cómo chucha no vamos a armar un búlder? Así que agarramos las dimensiones de las piezas del ZoodimaK en internet, las pusimos en un programa 3D, diseñamos sus cortes,  anclajes y así nació La Cueva del Pirata”, cuentan.

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La historia prosigue así: “Éramos seis u ocho que durante semanas preparamos el evento. La última semana armamos una maqueta con kellog’s y plumavit pintando presitas con fluorescente; trabajamos muchas noches hasta las 5 de la mañana. Adaptamos toda la casa como si fuera una cueva, con papel maché y magnesio como si fueran estalactitas, pusimos una ruta de escalada con cordín  y cintas de cartón ¡Hasta un escalador hecho con plumavit taloneando en mitad del techo!”, relatan.

Así fue como organizaron una fiesta donde vendieron comida, bebestibles “todo, por supuesto, a precio popular”, y con lo recaudado, más los aportes de algunos de ellos, concretaron aquello con lo que se habían comprometido.  En menos de una semana, ya habían comprado los materiales y montado la estructura del búlder y, luego de un mes, terminaron el resto de los detalles.

10649638_819014691524989_8414557042227012625_nY “como fue un trabajo colectivo en todas las etapas del proyecto, sentíamos que teníamos un espacio para transmitir a la gente que se puede escalar con valores desde su origen ¿no? Con unos pies de gato, nada más. Y, bueno, si la persona no los tiene, acá hay para prestar”, dicen. Esa fue la labor que hoy en día le da la vida a un refugio que alberga, por lo general, entre 15 a 30 escaladores y amigos que pasan por las tardes a compartir su entrenamiento, además de unos cuantos mates y cervezas.

Como anécdota, nos cuentan que a fines del verano del 2015 les robaron las presas del búlder. “Esa vez nos volvimos a organizar: asamblea pirata. Llegaron 15 o 20 y concluimos que, del conflicto mejor sacar una nueva oportunidad, actuando entre todos. Así que los que pudieron pusieron plata, otros apañaron con material y construimos presas, además de comprar nuevas. Después, hicimos otro carrete y toda la plata que ganamos sirvió para devolver a los aportantes de dinero la parte que habían puesto y lo que quedó, lo usamos para un nuevo proyecto”, haciendo referencia al diedro que están armando en este momento para ampliar el espacio al más puro estilo del granito: con fisuras y diedros.

Así también es como hoy en día tienen presas de todo el mundo, pues varios han traído de Estados Unidos, Girona, Mallorca, Mendoza, Madrid y Barcelona. Cuentan que a veces sus amigos catalanes, bascos y españoles les dicen “tengo 5 presas en la casa que sacamos del búlder del pueblo” y se las envían en un paquete, porque “allá hay mucha más tradición de compartir”.

Señalan, eso sí, que desde otros lugares como el Físico también les han ayudado a obtener presas. Además, han rellenando el muro con varias presas de madera u otras hechas con masilla mágica. “Al fin y al cabo, si haces la cosa muy ‘pro’ (refiriéndose al búlder), pierde la gracia. Lo que buscamos es que este espacio sirva para mantenerse en forma y pasarla bien, tomar una chela, desconectar de la vida de Santiago por un rato y planear el fin de semana en la roca, porque entendemos que ella aporta más al ser humano”, señalan, enfatizando que este no es más que un punto de encuentro “porque nosotros somos de la roca”.

Es en ese espacio donde una vez al año organizan desafíos de búlder, ya que creen que estos generan una ideología en la pedagogía de la escalada: “nosotros no competimos, nos desafiamos y cooperamos para superarnos. Así también como las cordadas de alta montaña no compiten, cooperan para superar las dificultades en equipo, adaptando las especialidades de cada uno en los multilargos”, dicen.

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Además nos adelantan que una vez que terminen el diedro mencionado, gestionarán el próximo desafío, ocasión para la cual entregarán poleras con una serigrafía que ellos mismos armaron del logo de la Cueva del Pirata. Enfatizan que desean que todos y todas adquieran esa polera por un motivo: “todos llevamos un pirata dentro que busca en lo profundo de su mente vivir con las necesidades más básicas, encontradas en la roca y la nieve: agua, fuego, refugio y compañía”.

¿Cuál logo?

Cuando este espacio ya llevaba un tiempo funcionando, buscaron una imagen que les identificaba, la cual había sido creada por uno de ellos algunos años antes de la construcción de la Cueva. Fue así como nació la bandera pirata, la cual está compuesta por una calavera con dos piolets. El grupo explica que la calavera -la cual tiene en su cabeza una cresta punk, similar a la silueta del Fitz Roy- representa a los piratas de los glaciares; mientras que los piolets antiguos de madera que están más abajo representan “el estilo de la marcha alpina de llevar lo justo y aperrar con lo que uno tiene”.

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“Una vez tuvimos un blog donde establecimos dos principios de la Cueva que se resumía en una palabra: Mapu Montuln, que significa Liberar la Tierra en Mapumundun, ya que según nosotros, las montañas no son y no serán jamás de nadie”, señalan, haciendo referencia a la molestia que les causa el sistema actual de acceso a Parques Nacionales y cerros, así como la poca protección de los valles ante el crecimiento desmesurado de la industria y minería. Destacan también que la palabra Mapu Montuln hace referencia a que “tenemos que disfrutar el hecho de poder pasar por ellas (las montañas) y que nadie nos diga donde puedes ir y no”.

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Así es como con el paso del tiempo y los años la casa que sirve de punto de encuentro para la montaña, también ha ido generando un espacio de discusión sobre la importancia de la ‘liberación’, y donde sus integrantes han formado un hogar en que se desarrollan tres grandes proyectos: “El prioritario y primero de todos, que sustentó al núcleo de la casa desde sus inicios es una empresa de ingeniería ligada a las energías renovables, dedicados al sector de la energía mediante tecnología solar. El segundo, es un proyecto colectivo de casa autorganizado, con compost, huerta, compras y comidas. Ya llevamos 3 años sin generar residuos orgánicos, ya que hemos habilitado varios bancales para la recuperación del suelo.  Y el tercero es la Cueva del Pirata, ya que dos días a la semana abrimos el búlder a la comunidad  y una vez a la semana se reúne un grupo matriarcal abierto”.

Así es como funciona esta iniciativa que se mantiene al margen de lo “normal” en Chile, y que reúne a un grupo de personas con un objetivo común: la cultura de montaña. Es una comunidad que se autogestiona para conseguir sus sueños sin esperar mucho de otros para cumplirlos. Al fin y al cabo, la escalada es un ejercicio natural con el cual podemos llegar a liberar muchos aspectos de la vida humana y, con ello, entender la necesidad de crear modelos de vida más cíclicos, en lugar de modelos de crecimiento desenfrenado.

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