Quiero ser un guerrero de la roca

Por Camilo Castellanos

Alumnos del taller "Guerreros de la roca" practicando ejercicios de vuelos en Chacabuco. Foto: Arno Ilgner

Alumnos del taller «Guerreros de la roca» practicando ejercicios de vuelos en Chacabuco. Foto: Arno Ilgner

En la pared de roca hay al menos cinco personas, repartidas en diferentes rutas, que escalan, respiran profundo y vuelan. Suben de nuevo, respiran profundo y vuelan. En Chacabuco, la mañana de un sábado de marzo, estas cordadas tratan de vencer sus miedos en la escalada.

Entre ellos está Luis Bustamante. Él había viajado la noche anterior desde Concepción solo para participar del taller “Guerreros de la Roca”, realizado por el legendario escalador estadounidense Arno Ilgner y el guía de montaña español David Villegas. Un taller que, en la versión realizada en el Mall Sport, de 10 horas, costaba entre 70 y 90 mil pesos por persona.

978-84-96192-81-2_g“Había leído los libros de Arno y me resonaban mucho con mi forma de pensar y lo que intento aplicar en la roca”, dice Luis a los pies de la pared, luego de realizar los ejercicios de los vuelos. “Busco que la escalada sea un camino, no de conquista de paredes, sino que de conquista de uno mismo; de conocer los límites y empujarlos”, agrega.

Luis, quien comenzó a escalar hace dos años y medio, dice que el curso se enfoca en un objetivo: liberar distracciones de la mente para poder escalar. “Se centra en las caídas para que después no intervengan con la escalada”, explica. “Siento que voy logrando conocerme a mí mismo en la escalada, pero nunca está demás tomar un atajo”.

El taller está basado en el libro “Guerreros de la Roca”, un texto que se ha convertido en algo casi espiritual para escaladores de todo el mundo. Un taller que, pese que se podría relacionar con consejos básicos de autoayuda, ha logrado, a través de pasos definidos, que las personas puedan vencer sus miedos.

Arno Ilgner es alto y tiene ojos azules profundos. A sus 60 años conserva un cuerpo atlético, pero finas arrugas de su cara revelan su edad. Ha escalado por cerca de 40 años y, en 2012, encadenó un techo de cerca de 15 metros de largo graduado como 5.13.

En Chacabuco, mientras sus alumnos vuelan, él se mueve pausado entre las cordadas y da instrucciones desde abajo. Viste una polera negra del tour de “Guerreros de la Roca” que, en la espalda, tiene escrito al menos 10 fechas diferentes de los talleres en Sudamérica.

Para Arno, todo se basa en la atención. “Al centrar nuestra atención en el momento, si sabemos cuáles son nuestros temores, entonces todo lo que tenemos que hacer es encontrar pequeños pasos para trabajarlos”, dice.

David Villegas explicando a sus alumnos los ejercicios en Chacabuco. Foto: Arno Ilgner

David Villegas explicando a sus alumnos los ejercicios en Chacabuco. Foto: Arno Ilgner

Su página web dice que la intención del trabajo de “Guerreros de la Roca” es ayudar a las personas a mejorar la conciencia de sí mismos. “Para que puedan volverse más poderosos cuando interactúen con situaciones complejas, ya sea porque están siendo puestos a prueba en una demandante escalada en roca, manejando un negocio competitivo, siendo un mejor profesor o un padre más presente”, señala la página.

El camino del guerrero de la roca

Hace 20 años, en tal vez una “crisis de los 40”, se dio cuenta que su trabajo no le apasionaba y comenzó a buscar alternativas. “El miedo era interesante para mí”, dice Arno.

Arno Ilgner escalando. Foto: Laurel Knob

Arno Ilgner escalando. Foto: Laurel Knob

Pese a no tener estudios psicológicos ni deportivos, en 1990 Arno comenzó a estudiar sobre el miedo. Llevaba décadas escalando, luego de iniciarse este deporte a los 18 años, y era reconocido por sus ascensos. En 1995 ya sentía que había reunido una gran cantidad de información, pero se dio cuenta que tenía que ponerla a prueba.

“Hacer eso convertiría mi conocimiento intelectual en conocimiento experimental”, dice. “Esta es una parte importante del material del Guerreros de la Roca. Se hace hincapié en que sabemos algo cuando lo experimentamos, no antes”.

El método de Arno, tal como lo estaban practicando sus estudiantes en la roca de Chacabuco, consta de diferentes pasos progresivos. Los pasos, según explica, buscan que las personas centren su atención en el proceso y no en los resultados, en la escalada misma y no en si se encadenó o no un grado específico.

“Los procesos y las metas son relevantes. Los procesos nos permiten aprender y las metas poner a prueba nuestro aprendizaje. Sin embargo, los procesos son más importantes por dos razones principales: en primer lugar, constituyen casi la totalidad de nuestras experiencias de la vida y, en segundo lugar, los procesos se producen en el momento presente y las metas en el futuro”, dice Arno. “No podemos controlar el futuro, solo podemos controlar el presente. Por lo tanto, si nos centramos en las metas nos enfocamos en lo que no podemos controlar y eso crea ansiedad, miedo y frustración”.

Arno dice que, para que un escalador salga de su zona de confort y se enfrente a lo desconocido, lo primero que tiene que hacer es decidir cuándo y cuánto se quiere enfrentar a lo desconocido. Después, si decide hacerlo, hay pequeños pasos que puede seguir. “La mente tiende a pensar de una manera ‘todo o nada’. Si no creemos que podemos lograr ‘todo’ el objetivo que hacemos ‘nada’”, dice. Sin embargo, esto se puede evitar con pequeños pasos. “Un pequeño paso conduce al siguiente y pronto vamos a lograr nuestro objetivo”.

Arno Ilgner, el "guru" de los guerreros de la roca. Foto: Desnivel

Arno Ilgner, el «guru» de los guerreros de la roca. Foto: Desnivel

Varios de los lectores de su libro resaltan que, como escaladores, es fácil sentirse identificado con las situaciones y problemáticas que presenta. Esto, unido a una estructura específica para ir venciendo los miedos serían algunas de las principales características de “Guerreros de la Roca”.

Pero Arno dice que estas enseñanzas no se tienen que quedar en la escalada. “Es el mismo proceso en otros desafíos de la vida”, dice. Sin embargo, advierte que hay diferencias. “En la escalada nos comprometemos con un objeto inanimado: la roca. En la vida interactuamos con la gente. Hay una dinámica diferente con las personas. La roca sigue siendo la misma, independientemente de nuestro comportamiento, no le importa si nos frustramos. Las personas sí reaccionan y cambian la forma en que interactúan con nosotros”, dice Arno. “Sin embargo, si entendemos que todo lo que podemos controlar es cómo elegimos centrar nuestra atención, nos relacionamos mejor con la roca y con las personas. Centrándonos en lo que podemos controlar, la forma en que escalamos mejora y la calidad de nuestras relaciones también”.

El miedo a volar

“El miedo es una emoción universal y cumple funciones de alerta, protección y activación”, dice Pamela Arriagada, psicóloga de la Universidad Diego Portales y coach. “La ansiedad es la señal psicofisiológica que puede surgir junto a esta emoción”. Esta ansiedad anticipa, alerta, y activa la respuesta frente al peligro percibido.

“Es una tremenda herramienta de supervivencia y, en mi opinión, ayuda a mantener un foco cognitivo y prepara la musculatura, respiración y atención”, agrega.

Si no estás volando es porque no te estás exigiendo al máximo.

Pero el miedo puede ser vivido como una experiencia aterradora, dice Arriagada. Dificulta redirigir la atención, aumenta las palpitaciones, transpiran las extremidades, aumenta la temperatura corporal, dan temblores, debilidad muscular e, incluso, puede desencadenar en angustia paralizante.

“La utilidad de las herramientas que se pueden entregar en talleres de dos o cuatro días, depende de dónde y cómo surge el miedo, y de cuál es la magnitud de esta emoción”, dice Arriagada. “Al miedo jamás hay que bloquearlo o anularlo, hay que reconducirlo, canalizarlo, resignificarlo, entrenarlo o gobernarlo si se prefiere. Si las herramientas que se entregan ayudan en ese camino, es un tremendo aporte. Pero, por simple que sea para algunos, a otros les puede llevar toda la vida vencer el miedo”.

Arno dice que tomar un taller para superar el miedo, en vez de hacerlo por uno mismo, es una decisión personal. “Los talleres aceleran el proceso”, dice. “He estudiado el entrenamiento mental durante 25 años y he enseñado durante 20, eso es una gran cantidad de experiencia que puede acelerar el proceso de aprendizaje para los escaladores”.

Después de almorzar y descansar, los estudiantes vuelven a amarrarse, escalan, respiran profundo y vuelan. “Una de las experiencias más gratificantes que he tenido”, dice Arno. “Es ver cómo se superan las personas que son extremadamente temerosas de caer. Todo lo que hacemos en los talleres es guiar cómo utilizan su atención. Eso es suficiente para ayudarles a disminuir los temores y escalar mejor. Este es un gran paso para ellos”.

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