Descifrando el laberinto
Por Camilo Castellanos
Camilo Rada, junto a Inés Dusaillant, Natalia Martínez, Viviana Callahan y Evan Miles consiguieron realizar el primer ascenso al Volcán Aguilera 2.480msnm, el último gran volcán virgen de los Andes. “Concierto de Rimayas” fue la ruta abierta tras largas jornadas de incertidumbre y exploración. Revista Escalando habló con Camilo Rada para conocer los detalles de esta expedición.
El Aguilera es una de los pocos volcanes de la zona austral. La geología de la zona hace que sean cada vez más escasos y que se conviertan en un destino remoto con poca información sobre ellos.
El sacerdote y explorador Alberto de Agostini fue el que lo bautizó como Cerro Aguilera, cuando no se sabía que era un volcán, y fue el primero en desear llegar a su cumbre en 1933. Como uno de los próceres de la expedición patagónica, Agostini se interesó por esta imponente cumbre de difícil acceso. Sintió un llamado a perseguir la sensación de incertidumbre y exploración que entregan estas expediciones, sin embargo su intento no superó la aproximación.
Ese mismo sentimiento motivó a varias personas hacia esta montaña. Una búsqueda que solo entregó su mayor recompensa este año cuando la expedición de Uncharted consiguió llegar a su cumbre. Este proyecto busca recolectar información que va desde la historia, hasta la geografía de las montañas en la Patagonia, para crear un mapa preciso de la región. Uncharted ya ha conseguido cumbres de nivel mundial, como el ascenso al Monte Sarmiento, y ahora logró conquistar al Volcán Aguilera.
En 1957 Bill Tilman visitó el Aguilera y lo describió en su libro “Mischief in Patagonia”. El relato llevó a Matthew Hickman a organizar una expedición británica en 1986. Sin éxito en alcanzar la cumbre, la expedición geológica pudo identificar a la montaña como un volcán por primera vez.
Varias expediciones continuaron visitando la montaña: en el 86, 93 y tres en la década del 2000 a manos de David Hillebrandt. Ninguna consiguió llegar a la cumbre pero visualizaron una posible ruta por la arista sur.
En 2013 se realizó la primera expedición chilena liderada por Aldo Fernández, también sin éxito en conseguir la cumbre.
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«Es un cerro muy imponente, la primera vez que lo vi fue en 2002 desde el Risopatrón y me llamó mucho la atención (…) No supe cuál era el cerro que había visto hasta que volvimos», comenta Camilo Rada. Este fue su primer contacto con el volcán y el que despertó el interés de exploración en este montañista chileno, un llamado hacia lo inexplorado y la incertidumbre.
“El motivo por el que no había tenido ascensos es que es una zona muy remota que requiere un esfuerzo de al menos un mes”, señaló Rada.
Comenzó la partida de ajedrez. Lo primero que debían descifrar estos escaladores era cómo acceder al volcán. “Según el mapa lo lógico es llegar al cerro desde el mar, pero luego de esas 6 expediciones fallidas nosotros tomamos la decisión de acceder por otro lado”.
Rada comenta que elegir la ruta de acceso fue una parte crítica, decidieron partir de Brazo Spegazzini, en el lago Argentino, y atravesar 47 kilómetros de campo de hielo, abriendo nuevos pasos para alcanzar la cara norte de la montaña, un camino nunca antes explorado. Fotos aéreas, contactar personas e imágenes satelitales fueron parte de la investigación para ver cuál era la mejor ruta, cuál podría ser el mejor movimiento en este juego de ajedrez.
Dos horas de viaje en barco desde Calafate en Argentina, dio inicio a la exploración. Esquivando témpanos de hielo con una navegación complicada, pudieron acceder a lo que sería el Campo Base. Los primeros tres días fueron de cruzar un bosque y llevar el material hasta el glaciar, donde quedaban más de 40 kilómetros de planicie de hielo hasta la base del volcán.
“10 días, 4 de porteo al campo de hielo, 5 de caminata con trineo y uno de descanso. Con eso llegamos a la base del volcán, pasando un paso de montaña donde subimos a 1.800 metros de altura con la carga, para después bajar a la base del cerro”, comenta Rada.
“El ascenso fue bien interesante, solo el día anterior pudimos elegir la ruta, se veía incierta pero factible”. Partieron temprano y consiguieron superar 1.500 metros de desnivel, los primeros mil en solo tres horas a pesar de que era de noche y tuvieron que cruzar una gran cantidad de grietas. “Estábamos súper excitados de poder llegar a la cumbre rápido, antes del mediodía. Sin embargo elegimos una ruta y nos encontramos con una rimaya gigantesca que nos hizo devolvernos y buscar otra vía… Había muchas rimayas y grietas que no se veían desde abajo”.
Así comenzaron a descifrar el laberinto. La niebla cubría la montaña mientras se movían en zig zag esquivando rimayas. La escalada no era muy técnica pero el terreno hizo que tuvieran que ir encordados y poniendo seguros, lo cual llevó a que el ascenso fuera lento a pesar de avanzar en simultáneo.
“Llegamos al filo con cero visibilidad, buscando la cumbre que, según los mapas estaba a 100 metros, pero en verdad estaba a 600 pasando rimayas… Lo que pareció fácil se fue complicando”.
Así nació “Concierto de rimayas” una ruta que va por la arista norte y luego cruza por la cara noroeste. Una compleja navegación en la que nunca supieron con certeza hasta dónde podrían ascender en una escalada no muy técnica, ni física, pero llena de exploración y aventura.
La exploración no terminaba con la cumbre. A pesar de sentir alivio al alcanzar una cima que les pareció eterna por el laberinto que recorrieron, la bajada también fue larga. “A la vuelta se nubló y nos preocupó que se tapara la huella”, comentó Rada. En el descenso su rastro desapareció en varios sectores, haciendo que su paso tuviera que ser cuidadoso y lento, y ocasionando más de una caída en grietas no muy grandes. 25 horas de escalada y descenso para alcanzar la cumbre de uno de los últimos volcanes vírgenes.
¿Qué te lleva a buscar ascensos en estas montañas inexploradas?
Yo creo que es la atracción natural de los seres humanos a lo misterioso e inexplorado. El hecho de descubrir resulta súper interesante en particular en un volcán que es una montaña más viva y puede tener fumarolas o termas.
Perseguir la sensación fascinante de la exploración, la incertidumbre, le da un sabor más rico a la escalada. Es como resolver un problema matemático, puede ser más emocionante si nadie lo ha hecho antes. El proceso es más emocionante porque se tiene que descubrir todo, desde la planificación hasta la escalada. No es simplemente agarrar la guía de montaña y que te diga cómo es la ruta.
Es diferente a tener la información y subir a resolver lo técnico y lo físico. Me gusta eso también, pero es como darle más sabor, condimentar la escalada. Es más interesante si hay un problema logístico de qué ruta elegir, tomar buenas decisiones, leer el terrero…
¿Cómo se puede comparar este ascenso con el de Monte Sarmiento?
Son ascensos muy distintos, el Monte Sarmiento tiene una aproximación breve y mucha información, nosotros ya sabíamos sobre las vías y dificultades antes de pararnos en la montaña. El Sarmiento es una ascensión más técnica pero con aproximación más corta. Por su parte el volcán Aguilera implica más logística. No sabíamos nada, la foto que teníamos era de muy lejos por lo cual no se podía planificar la ruta. Había incertidumbre total mientras buscábamos cómo llegar a la cumbre. Son experiencias muy diferentes, pero ambas sabrosas.